¡Confía!

 


Servid al Señor con temor y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en el camino, pues se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos todos los que en él confían! 

Salmo 2:11–12 (RV 2020)


¿Cómo va tu capacidad de confiar en alguien más que en ti mismo? No hay muchos en quien confiar; eso nos marca y desconfiamos de todos. Aún de Dios. Su Palabra dice que puedo ser dichoso al confiar en Jesucristo. 


Le dijeron sus discípulos: —Ahora hablas claramente, sin alegorías. Y ya estamos seguros de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: —¿Ahora creéis? Se acerca el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que os dispersaréis cada uno por su lado y me dejaréis solo. Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad: yo he vencido al mundo. 

Juan 16:29–33 (RV 2020)


Aunque las circunstancias sean duras, difíciles y seamos incapaces de sobrellevarlas (como los apóstoles de Jesús), aún así debo confiar en Él, como Cristo venció este mundo y sus circunstancias, yo también puedo vencer en Él. Pero debo disponer todo mi corazón (mi ser interior) para hacer Sus propósitos en mí. 


Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión, sino teme al Señor y apártate del mal, porque esto será medicina para tus músculos y refrigerio para tus huesos. 

Proverbios 3:5–8 (RV 2020)


No se trata de mi capacidad o “sabiduría personal”, sino del temor (reverencia) de Dios en mi y apartarme del mal. No debo negar a mi Señor y Salvador: Jesucristo; antes, debo manifestar a todos Su autoridad sobre mi vida con acciones y palabras. 


A cualquiera, pues, que me confiese delante de los demás, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los demás, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos. 

Mateo 10:32–33 (RV 2020)


Necesito la confesión del Señor delante del Padre para la eternidad, no lo negaré. Tampoco fue diferente entre los hermanos del siglo I, llevando el Evangelio de Cristo a la almas perdidas; sin fuerzas, abrumados y atribulados confiaron en Dios quien los libró y nos librará de todo mal. 


Hermanos, no queremos que ignoréis acerca de la tribulación que nos sobrevino en Asia. Nos vimos abrumados en exceso, más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que hasta teníamos dudas de salir con vida. Nos llegamos a sentir como sentenciados a muerte; pero esto sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Él nos libró y nos libra de tantos peligros de muerte. Y aún tenemos la esperanza de que él nos volverá a librar.

2 Corintios 1:8–10 (RV 2020)


Confiamos en Él, quien nos da vida, nos puso en Su familia, nos provee de Su cuidado y quien da un propósito espiritual para mi vida presente y morada eterna para mi alma. Confianza sólo en Jesucristo, “yo confiaré en Él”. 


Porque tanto el que santifica como los que son santificados, proceden del mismo Padre. Por eso él no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez dice: Yo confiaré en él. Y de nuevo: Aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio. 

Hebreos 2:11–13 (RV 2020)


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