El Reino de los cielos

 


Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decía: —¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado! 

Mateo 4:17 (RV 2020)


Mateo resumió el comienzo del ministerio de Jesús, Él enseñaba en las sinagogas “proclamando el evangelio del reino” (Mateo 4:23). El tema del "Reino" era el centro del ministerio y la misión de Jesús. Entonces, ¿qué es exactamente?


Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas, para que por mí se llevara a cabo la predicación, y que todos los gentiles lo oyeran. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. 

2 Timoteo 4:17–18 (RV 2020)


El apóstol Pablo escribió con esperanza y confianza sobre el reino, como un lugar del que vino Jesús, del cual nos habló y Él mismo es el camino para que vayamos al Padre en los cielos (Juan 14:6). Sí, pero no es todo.


Ya sabéis a dónde voy y sabéis el camino. Tomás observó: —Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a saber el camino? Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.

Juan 14:4–6 (RV 2020)


El apóstol inspirado también escribió sobre la realidad presente del reino, donde Dios "nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13). Un reino recibido, inconmovible; en el que hoy podemos servir a Dios con gratitud. 


Así que, puesto que recibimos nosotros un Reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios y agradémosle con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor. 

Hebreos 12:28–29 (RV 2020)


El reino del Señor se estableció el día del Pentecostés, 50 días después de la muerte de Jesús. Los salvos fueron añadidos por el Señor desde entonces. Quienes creyeron y fueron bautizados para el perdón de sus pecados (Hechos 2:37-38)


Quienes habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Todos los días, con perseverancia y unánimes, se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alababan a Dios y tenían el aprecio de todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a quienes habían de ser salvos. 

Hechos 2:44–47 (RV 2020)


El "reino de los cielos" es el cuerpo del que Cristo es la cabeza (Colosenses 1:18). Basileia, del  griego se traduce como "reino", no trata sólo de fronteras y normas, sino de dominio y reinado, la realización del gobierno de Dios "en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10). Y todavía hay más.


Porque así como la muerte vino por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, en primer lugar; luego, los que son de Cristo, cuando él venga. Entonces vendrá el fin, cuando haya acabado con todo dominio, toda autoridad y todo poder, y entregue el Reino al Dios y Padre. Porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.

1 Corintios 15:21–25 (RV 2020)


Los cristianos servimos a Cristo en la iglesia, bajo Su gobierno y autoridad (Efesios 1:22-23). Él entregará el reino (Su iglesia) a Dios y pasaremos la eternidad en Su presencia (1 Corintios 15:24-28). Más que un destino futuro, el reino es una membresía local presente, una realidad donde Cristo reina en nuestras vidas ahora mismo (1 Corintios 15:25). 


Vosotros sois testigos, y Dios también, de que nos hemos comportado con vosotros, los creyentes, de una manera santa, justa e intachable. También sabéis cómo os hemos exhortado y consolado a cada uno de vosotros, tal como lo hace el padre con sus hijos; y os hemos reclamado vivir como es digno de Dios, que os llamó a su Reino y gloria. 

1 Tesalonicenses 2:10–12 (RV 2020)


El NT enseña con frecuencia del reino como algo que heredamos (1 Corintios 15:50), o que no heredaremos (Gálatas 5:21); en el que no tendremos herencia (Efesios 5:5) por nuestra vida de pecado. Y un reino al cual fuimos llamados por Dios a través del Evangelio (1 Tesalonicenses 2:12). ¿Eres parte del reino de los cielos? Limpia tus pecados en la sangre de Cristo. 


Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. 

Colosenses 1:13–14 (RV 2020)


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