Un mensaje que salva
Así que arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan tiempos de consuelo procedentes del Señor y os envíe a Cristo Jesús, que ya os fue anunciado.
Hechos 3:19–20 (RV 2020)
Dios prometió salvación para los que oyen el mensaje del Evangelio (Romanos 10:17), al creer en Su Hijo (Juan 3:16), confesar el nombre de Cristo (Mateo 10:32-33), y arrepentidos son bautizados en Él (Hechos 2:38).
¿Pensáis que estos galileos padecieron tales cosas porque eran más pecadores que los demás galileos? Os digo yo que no. Más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Lucas 13:2–3 (RV 2020)
Jesús enseñó que el arrepentimiento es esencial para estar en la voluntad de Dios y no morir pecadores. Saulo de Tarso (luego el apóstol Pablo) fue uno que obedeció al Evangelio. Fue obediente, y bautizado quedó limpio de sus pecados.
Ahora, pues, no pierdas tiempo, bautízate inmediatamente, e invoca su nombre, para que quedes limpio de tus pecados.
Hechos 22:16 (RV 2020)
La palabra “borrados” (los pecados) se usa del griego como “limpiar, aniquilar, o arrasar”. El NT la usa para “borrar” la ley del AT en el cristiano (Colosenses 2:14) y “borrar” el nombre de alguna persona del Libro de la Vida (Apocalipsis 3:5).
Esto es una imagen del bautismo que ahora nos salva, el cual no consiste en quitar las impurezas del cuerpo, sino en comprometerse ante Dios de tener una conciencia limpia. Y nos salva por la resurrección de Jesucristo…
1 Pedro 3:21 (RV 2020)
En la profecía del AT Dios dice “no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). Luego del día del Pentecostés, Pedro dijo a los judíos: “arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19).
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no exhortará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, con las palabras: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.
Jeremías 31:33–34 (RV 2020)
No existía la forma de aplicar Justicia y Misericordia sin la voluntad de Dios. Su justicia demanda que se pague el costo del pecado; Él envió a Su Hijo a la muerte para hacer el pago (Romanos 3:23; 6:23). Cristo pagó el precio en la cruz.
Porque la paga del pecado es muerte, pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Romanos 6:23 (RV 2020)
Pablo trató la respuesta al problema del pecado cuando bajo inspiración divina enseñó que somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús“. No hay otro medio de salvación.
Pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. A él Dios lo puso como instrumento de perdón, por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados. Lo hizo así para manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Romanos 3:24–26 (RV 2020)
La salvación en Cristo no fue un arreglo sin planificación eterna (Efesios 1:9-10). Obrar el pecado ha colocado al hombre en un estado de enemistad hacia Dios, haciendo a uno su “enemigo”; sólo en Cristo es posible quedar en paz con Él.
Porque, si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, al estar reconciliados, seremos salvos por su vida.
Romanos 5:10 (RV 2020)
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