¿Y la ayuda mutua?


 

Y de hacer el bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque son sacrificios que agradan a Dios. 

Hebreos 13:16 (RV 2020)


Es posible pensar que tenemos poco que ofrecer a otros, y poca oportunidad de ayudar (todos tenemos diferentes dificultades o necesidades), pero eso subestima lo que Dios puede hacer a través de nosotros (2 Corintios 9:8).


Pero un samaritano que iba de camino al ver al herido sintió gran compasión por él: Se acercó, vendó sus heridas, puso en ellas aceite y vino. Luego, subiéndole a su cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, al partir, el samaritano sacó dos monedas, se las dio al mesonero y le dijo: «Cuida de él. Yo te pagaré todo lo que gastes de más cuando regrese». ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él respondió: —El que tuvo compasión de él. Entonces Jesús le dijo: —Ve y haz tú lo mismo. 

Lucas 10:33–37 (RV 2020)


Jesús enseñó en una parábola la forma correcta de compasión (lo que Dios esperaría de cada uno); de tres hombres (dos de ellos “religiosos”), sólo uno, quien no debía: el samaritano, él ayudó. Y Jesús dijo: Ve y haz tú lo mismo.


Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en ella; muchos ricos depositaban mucho. En esto, vino una viuda pobre y echó dos monedas de muy poco valor. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: —Os aseguro que esta viuda pobre ha depositado en el arca más cantidad que todos los demás, porque ellos han echado de lo que les sobra, pero ella ha echado todo cuanto en su pobreza tenía, todo su sustento. 

  Marcos 12:41–44 (RV 2020)


Aunque con sus muchas necesidades (siendo viuda y pobre), aquí ella nos da una imagen poderosa, de cómo hacer la voluntad de Dios, ayudando. La viuda pobre dió “todo cuanto en su pobreza tenía, todo su sustento”. Sí pudo ayudar.


Esto os digo: El que siembra escasamente, también cosechará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también cosechará. Que cada uno dé como haya propuesto en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama a quien da con alegría. 

2 Corintios 9:6–7 (RV 2020)


Ser un dador alegre es como un(a) hijo(a) de Dios recibe el amor del Padre, y el apóstol lo llama sembrar (generoso o escaso); sin tristeza (como si doliera), ni obligado (por fuerza o necesidad); es una proposición correcta del corazón.


Siempre os he enseñado que a los necesitados se les ayuda trabajando como he trabajado yo, y recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: «Hay más bendición en dar que en recibir».  

Hechos 20:35 (RV 2020)


Podemos ser negligentes en no dar para las necesidades físicas de otros; ¿por qué?, nos excusamos y evitamos ser “despojados”. Pero más aún, el propósito de ser útil en nuestras labores es estar aptos para ayudar: Más bendito por dar.


En cuanto a la ofrenda para los creyentes, haced también vosotros lo mismo que ordené a las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, y guárdelo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. 

1 Corintios 16:1–2 (RV 2020)

 

Lo importante es hacer lo que sí podemos hacer (Marcos 14:8-9; 12:41-44); cuidar y compartir alegremente (Romanos 12:8). Fieles sirviendo al Señor dando, nuestra ofrenda para los santos. ¿Cierto que sí puedes participar de la ayuda mutua?, Jesús dice: Ve y hazlo.


Y Dios es poderoso para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, tengáis siempre todo lo necesario, con abundancia para practicar toda clase de buenas obras. Así está escrito: Repartió, dio a los pobres, su justicia permanece para siempre. 

2 Corintios 9:8–9 (RV 2020)


#losolivosiglesiadecristo

#losolivosidc

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sana doctrina apostólica

Feliz cumplimiento de nuestra esperanza

Mi sana comunión con Dios