Hacedores de la Palabra


Por eso, dejando toda inmundicia y tanta maldad, recibid con docilidad la palabra plantada en vosotros, la cual puede salvar vuestras almas. Sed hacedores de la palabra y no tan solo oidores, de manera que os engañéis a vosotros mismos. 

Santiago 1:21–22 (RV 2020)


Un/a cristiano/a es principalmente práctico/a. Debes vivir lo que crees en la práctica, de lo contrario te engañas a ti mismo/a. No puedes engañar a Cristo profesando “ser fiel” cuando vives practicando el pecado. 


Ser "hacedores de la Palabra" no minimiza la gracia de Dios, porque la gracia se obtiene mediante la "obediencia de la fe" (Romanos 1:5). Para recibir la Palabra de Dios en tu corazón, debes eliminar el pecado a través del arrepentimiento y pedir perdón a Dios (1 Juan 1:8-10). 


Me refiero a nuestro Señor Jesucristo que, como ser humano era descendiente de David, pero que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de los muertos. Por medio de él recibimos la gracia del apostolado para conducir a todas las naciones a la obediencia de la fe por amor de su nombre. 

Romanos 1:3–5 (RV 2020)


Así como las flores no pueden crecer en el suelo infestado de mala hierba, la Palabra de Dios no puede crecer en tu corazón mientras el pecado crece allí. Al "dejar de lado" todas las formas de pecado, también debes recibir la Palabra de Dios con mansedumbre; un alma humilde que no se opone a la verdad, sino que cede voluntariamente a ella. 


Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Por lo tanto, que el pecado no reine en vuestro cuerpo mortal, para obedecerlo en sus malos deseos. Tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presentad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 

Romanos 6:11–13 (RV 2020)


Sí, ser un/a cristiano/a es ser práctico/a. Debes ser un “hacedor de la Palabra”. Implanta la Palabra de Dios en tu mente y en tu corazón, obedécela cada día y serás dichoso/a en lo que hagas; y te mantendrás fiel para salvación.


Si alguno es oidor de la palabra pero no la pone por obra, ese es semejante al que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero tan pronto se va, se olvida de cómo es. Pero el que se fija atentamente en la ley perfecta, la de la libertad, y persevera en ella, y no es un oidor olvidadizo sino que la pone en práctica, será dichoso en lo que hace. 

Santiago 1:23–25 (RV 2020)


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