Un corazón que adora a Dios


 

La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros. Enseñaos y exhortaos unos a otros con toda sabiduría. Cantad al Señor salmos, himnos y cánticos espirituales, con corazones agradecidos. Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, y dad gracias a Dios Padre por medio de él. 

Colosenses 3:16–17 (RV 2020)


A través del apóstol Pablo, el Espíritu Santo nos dice que Su Palabra debe tener residencia con nosotros (en cada uno), enseñados y exhortados entre nosotros (reunidos como iglesia); y que el canto del corazón sea con gratitud a Dios Padre. Mi actitud de corazón para adorar necesita ser correcta. 


Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo, delante del altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve al altar y, entonces sí, presenta tu ofrenda. 

Mateo 5:23–24 (RV 2020)


Jesús enseñó la manera correcta de elevar una ofrenda a Dios en adoración (traer tu ofrenda al altar), debo revisar mi condición espiritual (¿cómo estoy yo con mi hermano/a?); necesito estar reconciliado con mi hermano/a para “venir al altar” y elevar mi ofrenda a Dios con un corazón acepto.


Pero el momento ha llegado: ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre busca tales adoradores. Dios es Espíritu y es necesario que quienes le adoran lo hagan en espíritu y en verdad. 

Juan 4:23–24 (RV 2020)


Nuevamente, Jesús enseña sobre una adoración verdadera, que debe ser “en espíritu y en verdad”, porque el Padre busca a tales adoradores. Debo ser uno de ellos, y estar apto para hablar con mis hermanos y hermanas “con salmos, con himnos y cánticos espirituales”, con un corazón que alaba al Señor.


Hablad entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. Dad siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 

Efesios 5:19–20 (RV 2020)


Hay gozo entre los que perseveran, se reúnen, comparten el pan en las casas, juntos con un corazón sencillo (Hechos 2:46), como un resultado de llevar fielmente el Evangelio, a pesar de las dificultades con alegría; Dios nos llena “de gozo y paz en la fe” si hacemos Su voluntad (Romanos 15:13).


Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. 

Hebreos 11:6 (RV 2020)


Debo agradar a Dios creyendo en Él, mientras buscamos Su guía y beneficios  espirituales (bendiciones) que tenemos en Cristo (Efesios 1:3). Así, los primeros cristianos se mantenían unidos y todo lo tuvieron en común, sirviendo al Señor y creyeron en Él (Hechos 2:44-45), no debían olvidar “de hacer el bien y de la ayuda mutua”, sacrificios que agradan a Dios (Hebreos 13:16).


Quienes habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Todos los días, con perseverancia y unánimes, se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alababan a Dios y tenían el aprecio de todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a quienes habían de ser salvos. 

Hechos 2:44–47 (RV 2020)


La iglesia del Señor adora con una sola mente, reconciliados y en amor entre nosotros cuando nos presentamos a adorar, unidos y unánimes en las necesidades (Hechos 2:46, 4:32); somos varios o muchos, aún así somos uno porque somos un cuerpo en Cristo.


La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque hay un solo pan, y aunque somos muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de un solo pan. 

1 Corintios 10:16–17 (RV 2020)


Entonces, necesito sinceridad de corazón (Hechos 2:46, Hebreos 13:15), y fruto de labios que expresan lo que ya ha sido formado en mi corazón mientras le sirvo al Señor (Hebreos 13:13–15) para adorar a Dios. Elevando gratitud al Padre por la obra que Él hace en mi.


Si adoramos en espíritu y en verdad agradamos al Padre (Juan 4:23-24). Y Jesucristo congrega con nosotros (Mateo 26:26-29; Lucas 22:14-16; Marcos 14:22-25). ¿Cómo adoras a Dios? Necesitamos un corazón acepto ante Su presencia para adorarlo.


Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, compartiendo su humillación, porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la que está por venir. Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesús, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. 

Hebreos 13:13–15 (RV 2020)


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