Jesús, promesa cumplida de Dios
La Palabra estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, pero el mundo no la conoció. Vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron…
Juan 1:10–11 (RV 2020)
Jesús de Nazaret fue despreciado por los líderes judíos y rechazado por su pueblo. Al final, hartos de Su enseñanza se deshicieron de Él, crucificándolo. Fue arrestado en el huerto y juzgado injustamente; fue insultado, escupido y golpeado sin piedad antes de morir (Mateo 26:47-68).
… Mas a todos los que la recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, hijos no engendrados de sangre ni por voluntad de carne ni por voluntad de varón, sino hijos de Dios.
Juan 1:12–13 (RV 2020)
Cuando lo llevaron ante Poncio Pilato, el maltrato físico fue el cumplimiento de lo profetizado en Isaías 53; una corona de espinas, golpes y burlas (Mateo 27:1-31). Y, clavaron a Jesús en la cruz del Calvario… para seis horas de agonía. Su cuerpo fue puesto en una tumba (Mateo 27:32-66).
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente, llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados.
Isaías 53:3–5 (RV 2020)
El domingo, muy temprano por la mañana, Jesús salió de la tumba; triunfante como el Hijo de Dios (Mateo 28:1-10). Esto es maravilloso, la promesa de Dios es cumplida. Así, esta promesa cumplida es dada a los creyentes en Jesucristo (Gálatas 3:22); anunciado desde el AT, Dios usó la ley del AT como “nuestro guía para llevarnos a Cristo”.
Entonces, ¿la ley contradice las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si la ley dada pudiera dar vida, la justicia sería verdaderamente por la ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes. Pero antes de que llegara la fe, estábamos cautivos bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe.
Gálatas 3:21–24 (RV 2020)
Fue Dios, quien desde el Edén nos dio Su promesa de restaurarnos (Génesis 3:15), Él es a quien hoy servimos en la iglesia. Él es quien nos cuida ahora en Jesucristo (1 Juan 2:1). Levantó a Su Hijo de la tumba para reinar como Rey de reyes; Jesucristo es quien nos resucitará en el día final.
… él había prometido por medio de sus profetas en las santas Escrituras acerca de su Hijo. Me refiero a nuestro Señor Jesucristo que, como ser humano era descendiente de David, pero que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de los muertos.
Romanos 1:2–4 (RV 2020)
Cada uno/a podemos poner toda nuestra fe y confianza en Dios para nuestra salvación, creyendo en Su promesa fiel: Jesús el Cristo. Dios es poderoso “para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, para cumplir su promesa de salvación en Él.
Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la Iglesia en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
Efesios 3:20–21 (RV 2020)
El camino de salvación llegó a cumplirse a través de la muerte de Jesús en la cruz del Calvario. A Dios es toda la gloria en la iglesia de Cristo por siempre, Él es bendito por Su gran misericordia de hacernos Sus hijos, al renacer “a una esperanza viva” (1 Pedro 1:3), para darnos salvación.
Así, en Cristo recibimos una herencia “incorruptible, inmaculada e imperecedera” reservada en el cielo (1 Pedro 1:4). Dios también nos protege en Él y así Su promesa es completa para nosotros, “para alcanzar la salvación que está preparada…”. Si eres un/a hijo/a de Dios hoy puedes gozarte en Jesucristo; si aún no lo eres: ven a Su salvación.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia y por la resurrección de Jesucristo de los muertos, nos hizo renacer a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Herencia que está reservada en los cielos para vosotros, que sois protegidos por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final.
1 Pedro 1:3–5 (RV 2020)
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