MI ALMA ESPERA (2)


… pues no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que vamos en pos de la ciudad que está por venir. 

Hebreos 13:14 (RVC)


¿Qué esperar de la vida? ¿Paz, felicidad, seguridad, estabilidad, vida plena? Todo ello y muchísimo mejor allá en el Cielo. 


Nada permanente gozaremos en esta vida, por eso anhelamos la vida eterna. 

—> Mi alma espera por la eternidad. 


—Dios nos preparó una ciudad celestial. 

Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad. 

Hebreos 11:16 (RVC)


—Ciudad santa, donde reina la justicia. 

Pero, según sus promesas, nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reinará la justicia. 

—2 Pedro 3:13 (RVC)


—Espero vivir en gloria, allá con Dios. 

Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna. Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. 

—2 Corintios 4:17–18 (RVC)


—La gloria eterna que trae en Su venida. 

Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros. 

—Romanos 8:18 (RVC)


—Una herencia incorruptible, en el Cielo. 

… para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos…

—1 Pedro 1:3–4 (RVC)


—Mi tesoro, allá dónde está mi corazón. 

Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 

—Mateo 6:20–21 (RVC)


Una descripción del cielo nos permite tener esperanza y seguridad de que viviremos allá con Dios eternamente. 


Todo hijo de Dios anhela vivir al lado de Dios, siendo su pueblo, allá en el Cielo. 

—> Mi habitación eterna con Dios, ¡gloria a Dios!


Entonces oí que desde el trono salía una potente voz, la cual decía: «Aquí está el tabernáculo de Dios con los hombres. Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 

Apocalipsis 21:3 (RVC)


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