¿Astrología?

 


Dios se apartó de ellos permitiendo que rindieran culto al ejército de astros celestes. Así está escrito en el libro de los profetas: Casa de Israel, ¿acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto durante cuarenta años? 

Hechos 7:42 (RV 2020)


En los lenguajes de hoy, las imágenes lo dicen todo. Quién eres, a quienes quieres, en qué crees; qué quieres. Las imágenes celestes son sólo un área de este “multiverso” de posibilidades. Dios se aparta de los hombres (los deja en su pecado, Romanos 1:20-24) cuando adoran imágenes. 


Así ha dicho el Señor: No aprendáis el camino de las naciones ni tengáis temor de las señales del cielo, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad: cortan un leño del bosque, luego lo labra el artífice con su cincel, con plata y oro lo adornan y con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. 

Jeremías 10:2–4 (RV 2020)


La revelación de Dios condena la astrología y las actividades relacionadas con una voz dura (Isaias 47:12-15; Jeremías 10:2-4). El apóstol Pablo dice que ni la altura (cenit) ni la profundidad (nadir), “ni ninguna cosa creada” pueden separar al creyente de Dios. Es más seguro ser fiel a Dios antes que “creer en los astros”.


Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo futuro, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. 

Romanos 8:38–39 (RV 2020)


Aún desde la juventud y durante tu juventud la astrología es una vía segura a la destrucción (Isaías 47:11-15). Amós probablemente se refirió a la adoración de Saturno (Amós 5:25-26). Esteban se refiere a la astrología como condenada (Hechos 7:41–43). 


Vendrá sobre ti un mal cuyo origen no conocerás; caerá sobre ti una desgracia que no podrás evitar. Una destrucción que no podías suponer vendrá de repente sobre ti. Persiste ahora en tus encantamientos y en la multitud de tus hechizos, en los que te esforzaste desde tu juventud   ¡Quizá podrás mejorarte! ¡Quizá te fortalecerás! Te has fatigado en tus muchos consejos. Comparezcan ahora y te defiendan los que escrutan los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. He aquí que serán como el tamo; el fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse ni lumbre a la que arrimarse. Así te tratarán aquellos a quienes tanto te entregaste, esos que traficaron contigo desde tu juventud; cada uno irá por su camino, no habrá quien te salve. 

Isaías 47:11–15 (RV 2020)


La Escritura enseña que Dios los entregó a su corazón obstinado para caminar en sus propios consejos, porque Él ofrecía sustentarlos pero ellos (el pueblo de Israel) no quiso oír. 


Yo soy el Señor tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca y yo la llenaré. Pero mi pueblo no oyó mi voz; Israel no me quiso a mí. Por eso los abandoné a su obstinada voluntad; para que actuaran como mejor les pareciera. 

Salmo 81:10–12 (RV 2020)


Israel sirvió al ejército del cielo, el pueblo de Dios del AT no oyó Su voz. Aún en el desierto por 40 años adoraron la estrella (hoy símbolo en la bandera del país). Dios no está con ellos (Romanos 10:1-4). 


¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto durante cuarenta años, casa de Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestros Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis. 

Amós 5:25–26 (RV 2020)


Todos estos “adoradores de imágenes” son realmente idólatras (Daniel 2:10-11). Desde el AT toda esta actividad está prohibida por Dios, es abominable para Él (Deuteronomio 18:9-15). Hoy, el cristiano llega a ser abominable para Dios a causa de las imágenes, incluida la creencia en la astrología. 


Afirmando ser sabios, se volvieron tan tontos, que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por eso Dios los entregó a los malos deseos de su corazón, a la impureza, de tal modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos.

Romanos 1:22–24 (RV 2020)


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