La iglesia en las Escrituras
Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo puso como cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo.
Efesios 1:22–23 (RV 2020)
Formar parte del cuerpo de Cristo es un privilegio. Y significa que nos sometemos a la jefatura de Cristo con amor, obediencia y respeto. Él es la plenitud “que todo lo llena en todo”. Él dejó comisión de hacer Su voluntad. Llevar Su mensaje, hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles todos Sus mandamientos.
Jesús se acercó y les dijo:
—Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a guardar todas las cosas que os he mandado. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Mateo 28:18–20 (RV 2020)
La palabra iglesia abarca a todos los salvos en todas partes de manera universal. Y también, se refiere a un grupo del pueblo del Señor en un lugar en particular. La iglesia local, como los tesalonicenses, las Iglesia de Galacia y muchos otros lugares en el NT.
Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
1 Tesalonicenses 1:1 (RV 2020)
Pablo, apóstol, no por disposición ni intervención humana alguna, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los muertos, y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia…
Gálatas 1:1–2 (RV 2020)
En el ámbito local, el pueblo del Señor no sólo comparte una relación de salvación con Cristo; pueden reunirse como una congregación, como una iglesia, y participar conjuntamente en la obra del Señor.
Al anunciaros esto que sigue, no os felicito, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. En primer lugar, oigo decir que cuando os reunís como iglesia hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo.
1 Corintios 11:17–18 (RV 2020)
Necesitamos recuperar la importancia que los cristianos del primer siglo vieron en la iglesia del Señor. En la obra local tenemos la naturaleza esencial de ese arreglo tal como Dios lo diseñó. Y como el apóstol Pedro escribió, debemos valorar nuestra relación con "la hermandad".
Actuad como personas libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Respetad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Respetad al rey.
1 Pedro 2:16–17 (RV 2020)
Sed sensatos y estad atentos, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Resistidlo firmes en la fe, pues sabéis que vuestros hermanos alrededor del mundo están experimentando los mismos sufrimientos.
1 Pedro 5:8–9 (RV 2020)
Mantenemos una relación espiritual que existe tanto en el cielo como en la tierra. Para la habitación de Cristo en nosotros, comprender Su profundo amor por nosotros y ser “llenos de toda la plenitud de Dios”.
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe su nombre toda la familia en los cielos y en la tierra. Pido que, por su Espíritu, y conforme a las riquezas de su gloria, os dé el ser fortalecidos con poder en lo más íntimo de vuestro ser; para que por la fe Cristo habite en vuestros corazones, y para que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender, con todos los creyentes, cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Pido que conozcáis ese amor, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Efesios 3:14–19 (RV 2020)
Nos detenemos espiritualmente y lastimamos la obra del Señor cuando subestimamos a la iglesia. Las almas se pierden. Debemos llevar el mensaje de salvación: el Evangelio.
Matará al malo la maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados. El Señor redime el alma de sus siervos. ¡No serán condenados cuantos en él confían!
Salmo 34:21–22 (RV 2020)
Y sobre todo, debemos enfatizar la soberanía de Cristo sobre la iglesia. Fue Dios quien hizo que Cristo sea cabeza de la iglesia.
Y él existía antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga el primer lugar. Porque al Padre le agradó que en él habitara toda la plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, y hacer la paz mediante la sangre de su cruz.
Colosenses 1:17–20 (RV 2020)
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