Paz y esperanza, sólo en Cristo
Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu.
Romanos 8:1 (RV 2020)
Vivir de acuerdo a la voluntad de Dios permite estar en paz con Dios, con la esperanza de la vida eterna. Cuando uno se encuentra “en Cristo” mantiene una condición segura delante del Padre, sin proveer para la carne (Romanos 13:14); viviendo ante Él “conforme al Espíritu”.
Ofreced sacrificios de justicia y confiad en el Señor. Muchos son los que dicen: «¿Quién nos mostrará el bien?». Alza sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro. Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. En paz me acostaré y asimismo dormiré, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
Salmo 4:5–8 (RV 2020)
Elevando con mi vida “sacrificios de justicia”, al obedecer Sus mandamientos y servir a Sus propósitos. Así es como puedes vivir confiado, por Su cuidado y protección; de igual manera podemos ir a dormir en paz, por la alegría de una comunión que me bendice cada día en Él.
El que recibe su testimonio atestigua que Dios es veraz. Pues aquel a quien Dios envía habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu de forma limitada.
Juan 3:33–34 (RV 2020)
A través de Su Espíritu nosotros recibimos la verdad de Dios, el testimonio que vino del cielo con el Hijo, para nuestra salvación, esperanza y paz. Si vives firme en la fe y sirves al Señor a través de las dificultades, tu alma se encuentra segura allá con el Señor (2 Corintios 5:1, 8).
Sabemos que si se deshace la casa terrenal, esta tienda que es nuestro cuerpo, Dios nos tiene preparado en los cielos un edificio, una casa eterna, no hecha por manos humanas. Y por esto también gemimos pues deseamos ser revestidos de aquella nuestra casa celestial, porque así se nos encontrará vestidos y no desnudos.
2 Corintios 5:1–3 (RV 2020)
Entonces, sólo la esperanza viene de Dios. Ver la vida física como una condición permanente no es correcto, somos espirituales en la forma como fuimos creados por Dios. Una residencia permanente sólo es posible fuera de la vida física, vestidos de “nuestra casa celestial”.
Voz del Señor que desgaja las encinas y desnuda los bosques. En su templo todo proclama su gloria. El Señor preside en el diluvio y se sienta el Señor como rey para
siempre. El Señor dará poder a su pueblo; El Señor bendecirá a su pueblo con paz.
Salmo 29:9–11 (RV 2020)
Dios da fuerza a su pueblo y lo bendice con la paz. Por esta razón debemos ser de Cristo y amar la ley de Dios, guardándola para no caer ni tropezar (Salmos 119:165, 167). Guiados por el Espíritu, que revela Su palabra y ofrece la salvación, tenemos vida y paz (Romanos 8:6).
No estéis preocupados por nada, sino más bien, dad a conocer vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6–7 (RV 2020)
Es Dios quien nos llena de paz al creer, y hace que abunde en ti una esperanza de vida eterna (Romanos 15:13). Debemos participar del lugar que Cristo preparó para ti y para todos, para que podamos estar con Él por la eternidad (Juan 14:1-3). Obedece Su llamado en el Evangelio, sé uno con Él en paz y esperanza viva.
Pero estamos confiados, y preferimos mucho más dejar el cuerpo para ir a habitar junto al Señor.
2 Corintios 5:8 (RV 2020)
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