Expiación del pecado
Por eso debía ser en todo semejante a sus hermanos, para poder ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios para expiar los pecados del pueblo.
Hebreos 2:17 (RV 2020)
Gracias al amor y la misericordia de Dios Cristo hace expiación por nuestros pecados. Justicia de Dios es aplicada a la injusticia del hombre por Su Gracia. Y es en la sangre de Cristo que Dios nos limpia del pecado. Somos salvos por Su Gracia.
Ahora, hermanos, os recuerdo el evangelio que os he predicado. Es el evangelio que recibisteis, en el cual seguís firmes. Por medio de este evangelio seréis salvos, si retenéis la palabra que os he predicado. De lo contrario, habréis creído en vano. En primer lugar os he enseñado lo que yo también recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras…
1 Corintios 15:1–4 (RV 2020)
El mensaje del Evangelio que recibo, creo y obedezco me permite participar de la salvación preparada por Dios, según el testimonio de las Escrituras: Él murió, fue sepultado y resucitó. El mensaje que salva llega a mi a través del Evangelio de Cristo.
Pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. A él Dios lo puso como instrumento de perdón, por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.
Romanos 3:24–25 (RV 2020)
Justificados en Cristo, quien murió por nuestros pecados, donde la Justicia de Dios es aplicada en Su redención. Así, Dios justifica al que cree en Jesucristo, Él es quien “justifica al que tiene fe en Jesús” (Romanos 3:26), por expiar los pecados en la sangre preciosa del Salvador.
Así que, vosotros sentid esto mismo que Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los seres humanos; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:5–8 (RV 2020)
El sacrificio de Jesús tuvo el propósito de proveer la expiación de nuestros pecados. Ese fue su deseo al venir a participar de la vida física. El Hijo se despojó de Su naturaleza divina, se humilló por nosotros y se hizo obediente llegando a morir en la cruz.
Así el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado entre vosotros, de tal manera que no carecéis de ningún don mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el fin, para que seáis irreprensibles el día que nuestro Señor Jesucristo regrese.
1 Corintios 1:6–8 (RV 2020)
Llegamos a ser irreprensibles en Jesucristo, en Su salvación. Y estando en Él (viviendo según Su voluntad) es que me mantengo firme hasta el fin. En Su venida no habrá impedimento para ir con Él, a la eternidad. La salvación de nuestra alma eternamente.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay. Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a prepararos un lugar. Y una vez me haya ido y haya preparado lugar, vendré de nuevo y os llevaré conmigo, para que estéis también donde yo esté.
Juan 14:2–3 (RV 2020)
¿Por qué es importante para mi la vida de Jesús? ¿Su vida, muerte y resurrección? Dios lo envió para “expiar los pecados” (Hebreos 2:17), para que puedas vivir en Su salvación y que tengas vida eterna; nos llevará con Él a los cielos. El amor de Dios nos alcanza a cada uno a través de Jesucristo.
Pero lejos esté de mí jactarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.
Gálatas 6:14 (RV 2020)
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