Enséñame a contar mis días
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo? ¡Ten compasión de tus siervos! De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.
Salmo 90:12–14 (RV 2020)
Sí, todos podemos “contar nuestros días”, celebramos cada año nuestro “cumpleaños” y si a algunos/as no les es favorable seguir sumando, la cuenta avanza. Moisés nos habla de un conteo diferente, uno que nos provea sabiduría y saber saciarnos de la Misericordia de Dios cada día, para nuestro mejor bien.
Ciertamente, con tu furor somos consumidos y con tu ira somos turbados. Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro. Ciertamente, todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años. Si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según el temor que te es debido?
Salmo 90:7–11 (RV 2020)
Es cierto que no conocemos el furor, la indignación y la ira de Dios hasta cuando ya es muy tarde, no podemos prevalecer ante ellos; la justicia divina no sólo es real sino santa, justa, fiel y verdadera frente a nuestras maldades y yerros. Necesito de la justicia divina revelada (Mateo 11:27), así vivir mi vida en Su voluntad perfecta, justa y santa.
Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.
Mateo 11:27–30 (RV 2020)
Porque la mano de Dios tiene el poder de librar, sin importar cuán difíciles y duras parezcan las cosas, debo confiar en Él. A veces, la vida se mantiene llena de confusión y muchos problemas, aún quienes se consideran “mejores personas” pueden ver que su vida sólo es como un pensamiento (Salmo 90:9).
El ser humano, nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores, brota como una flor y es cortado, huye como una sombra y no permanece. ¿Sobre él abres tus ojos y lo traes a juicio contigo? ¿Quién hará puro lo inmundo?
¡Nadie! Ciertamente, sus días están determinados, y tú has fijado el número de sus meses: le has puesto límites, que no traspasará. Si tú lo abandonas, él dejará de ser; entre tanto, como el jornalero, disfrutará de su jornada.
Job 14:1–6 (RV 2020)
Y, a pesar de las difíciles circunstancias, quienes enfrentan las adversidades también logran un gran triunfo, al poner sus vidas en las manos de Dios. No puedo ser “abandonado” por Él sino mi vida “dejaría de ser”, pero, en el viaje de esta vida puedo disfrutar de mi jornada con Su guía, consejo, mandato y justicia.
Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán, me conducirán a tu santo monte y a tus moradas. Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo…
Salmo 43:3–4a (RV 2020)
Si, habrá tiempos en que enfrentemos dificultades, dolores y devastación, con actitud y espíritus destrozados; tal vez, estaremos en condición de rendirnos. Jesús dice que llevemos su yugo y aprendamos de Él a ser mansos y humildes (ante Dios), así hallaremos el descanso del alma (Mateo 11:29–30).
¿Sabes “contar tus días”, para traer sabiduría de Dios, depender de Él y saciarte de Su misericordia?, si es así cantarás y te alegrarás en Él a diario (Salmo 90:12–14); así, Dios extenderá Su mano providencial sobre cada uno/a, si mansos y humildes vivimos cada día bajo la poderosa mano de Dios. Ven a Él.
Todos debéis ser sumisos unos a otros. Revestíos de humildad, porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
1 Pedro 5:5–7 (RV 2020)
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