Recordando la muerte del Señor
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: …
1 Corintios 11:23 (RV 2020)
Recordamos Su muerte porque Él nos dejó ese encargo (Lucas 22:14-20); tener en memoria Su sacrificio por nuestros pecados permite la oportunidad de renovar nuestra preciosa fe en Él.
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y después de dar gracias, lo partió, y dijo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí». Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí». Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
1 Corintios 11:23–26 (RV 2020)
Es el acto central en el primer día de la semana, un anuncio silencioso y poderoso de que aguardamos Su regreso, que Cristo es nuestro Señor, Rey y Salvador; nuestro Dios (Tito 2:13)
Porque la gracia de Dios ha sido revelada para la salvación de toda la humanidad. Esta gracia nos enseña que, al renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en estos tiempos de manera sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos el feliz cumplimiento de nuestra esperanza y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
Tito 2:11–13 (RV 2020)
Uno de los propósitos de la Cena del Señor es recordar esta “gracia de Dios” revelada para salvación (Tito 2:11), lo que nos permite mantener una vida enfocada en Sus propósitos para nuestra vida.
Amados hermanos míos, no os engañéis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos las primicias de su creación.
Santiago 1:16–18 (RV 2020)
Ha sido la voluntad de Dios que “nos hizo nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18), que seamos participantes de los beneficios de la muerte del Señor, recordándolo cada semana (Hechos 20:7).
El primer día de la semana nos reunimos los discípulos para partir el pan. Pablo estuvo enseñándoles. Pero como tenía que salir al día siguiente, alargó su discurso hasta la medianoche.
Hechos 20:7 (RV 2020)
No debemos olvidar los beneficios del Señor, los cuales desde el AT se revelan para nuestro beneficio espiritual; perdonando, sanando, rescatando y favoreciendo en todo.
Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias, el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Salmo 103:1–5 (RV 2020)
Recordar Su muerte también nos permite el examen personal continuo, mientras disciplinados por Él nos preserva de no ser “condenados con el mundo”. Cristiano(a): recuerda a tu Señor; si aún no eres uno(a), aprecia los beneficios si Cristo es tu Salvador.
Pero si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. Pero al ser juzgados, somos castigados por el Señor para que no seamos condenados con el mundo.
1 Corintios 11:31–32 (RV 2020)
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